¿CANSADOS de las VACACIONES?

Llega Marzo y todo comienza de nuevo. Algunos quieren que ya empiece el orden de la vida cotidiana, idea que se vuelve algo extraña cuando todo el mundo se queja de que se acaban las vacaciones y tienen que regresar de la playa, del descanso y la entretención.

Sin embargo, cuando se trata de niños pequeños, a veces las vacaciones, los fines de semana y los feriados, se hacen más pesados para los padres que el tiempo de trabajo. El sábado y domingo igual hay que levantarse temprano para atender a los niños e inventar un panorama para sacarlos del encierro y de la conversación de grandes; hay que andar detrás de los más pequeños, porque cualquier situación puede transformarse en peligro. En las vacaciones hay que buscar un lugar donde dejarlos en los meses en que los padres trabajan; si se quedan en casa, se corre el riesgo del exceso de televisión, la que termina convirtiéndose en una salvación para los padres, en una perfecta niñera. Toda esta situación se hace pesada cuando lo único que quiere un adulto que trabaja, es quedarse un rato más con el cuerpo tendido, durmiendo o simplemente en silencio. Imposible. 

Es triste tener esta actitud y hablar así de los propios hijos, del cansancio que producen. Pero también es cierto que es lo que le sucede a muchos padres, incluso son las “advertencias” que se hacen antes de tener un hijo. Es necesario entender que no es falta de amor, interés ni deseo, sentimientos que muchas veces termina produciendo culpa y sensación de ser malos padres. 

¿De qué se trata, entonces?

Es importante considerar que todo ser humano, en sus primeros años de vida, es un ser estructuralmente demandante. Esta afirmación no se refiere a una voluntad del niño, a un capricho, a que haya aprendido algo en particular o a que sus padres le hayan enseñado mal, sino que se trata de un ESTADO en el cual se es completamente DEPENDIENTE y esta dependencia produce un “pedido” constante e involuntario.

Si bien esta dependencia es obvia en los primeros meses de vida, lo sigue siendo por muchos años más. Aún cuando un niño camine, igual hay que cambiarle el pañal; a los que ya van al baño, igual hay que limpiarlos; a los que saben lavarse las manos, hay que subirlos al lavatorio; a los que comen con cuchara, hay que hacerles y servirles la comida; a los adolescentes hay que guiarlos, apoyarlos, orientarlos.

Existen mil detalles que ejemplifican la atención constante que implica un niño y que está vinculada a la sobrevivencia y a una condición humana. Es importante entender esta situación, porque ayuda a los padres a liberarse de la culpa de sentirse cansados, irritados, sin ganas de hacer estas tareas y a separar estos sentimientos de lo que significa el afecto y el amor hacia sus hijos.  

Desde este punto de vista se puede entender el giro que se produce en relación al valor de lo que se llama, tradicionalmente, “tiempo libre” y que hace sentir los fines de semana, feriados y vacaciones como espacios que se hacen demasiados largos y tediosos. La casa, el carácter, el alma, el cuerpo y el ánimo, se desordenan y, a diferencia del sentido común, el tiempo libre termina siendo un problema, un trabajo más. De esta manera, los recursos humanos de apoyo, que antes de concentraban en la Tribu y que hoy se reducen a la nana, los abuelos, tíos y al sistema educacional, empiezan a tomar valor y se agradecen.

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