De la UNI-FORMIDAD a la UNI-CIDAD

Texto escrito por Psicóloga Clínica, Ximena Arrau Herud

Desde hace tiempo se ha hecho polémico el uso de uniforme en colegios. En los Centros de Padres, apoderados, en el espacio público y en conversaciones informales. 

Este tema se originó hace años, cuando se empezó a dar a lo "uniformado" una carga negativa, teñida por la dictadura en nuestro país y por lo militar en el mundo. También por lo que implicaba la homogeneización de las personas y las restricciones de libertades subjetivas e individuales, establecidas por las normas de la cultura. Los uniformes venían de lo "uni-formado", de UNA forma de ser y hacer que era la correcta, de "formarse en fila" (que también iba incluido en algunos colegios). 

Ir con "ropa de calle" hizo de contrapunto a aquello que representaba la homogeneidad y poca libertad de "ser quien eres". En los años '60 ya se empezaba a reivindicar lo diferente y auténtico, por sobre lo normativo e igual:  lo que se atreve a salir de la norma es lo interesante, libre, liberal, distinto, divergente. Al mismo tiempo, empezaron a tener fuerza los grupos que han estado sometidos de por vida a la ley hetero-patriarcal de occidente: mujeres, niños, pobres, razas, pueblos originarios y todos los que no calzan con una estandarización, una forma de ser, un estereotipo. Empieza la reivindicación de las identidades y sus complejidades; reconocer que cada ser es único en el mundo, que esto enriquece la vida social, que debiera manifestarse en todo su esplendor y el desafío de estos tiempos es tener la capacidad de con-vivir en la diferencia. 

Estos conceptos han trascendido de tal manera la cultura actual, llevando al extremo de plantear que cada un@ debiera vivir como le plazca. Esto implica definiciones vocacionales, elecciones de pareja, de cosas, de estilos, donde la premisa es "y si le gusta, que.." o "es mi vida, okey?", primando la realización personal y la hiper autenticidad. 

En este aspecto, el rescate de lo propio tiene un sentido incluso existencial: "la vida es corta y tengo derecho a vivirla como quiera. Vine al mundo a ser feliz". 

Todo esto habría sido impecable si no se hubiera metido el capitalismo entremedio. Niños libres y diversos jugando en las plazas, gente creando en comunidades de pensamientos divergentes, donde cada uno puede llegar a su realización máxima en conjunto con otros. 

El problema es que justo coincide con que el sistema capitalista apela a la máxima individualidad de lo humano, a defender las libertades personales y a que el esfuerzo de trabajar por uno mism@ traerá recompensas. Si bien tener que vérselas con lo diferente es parte de la transacción social que hace todo humano para constituirse como tal, lo particular de los tiempos actuales es que estamos atravesados por el mercado y el consumo, cuya fórmula es incentivar la adquisición de cosas, objetos, productos, servicios y el mejor nicho para esto son los niños, adolescentes, jóvenes y sus mundos identificatorios. 

Entonces, todas estas nuevas diversidades son absorbidas por un sistema económico-cultural que lleva al extremo la uni-cidad de cada quien y la transforma en un sujeto de consumo, que te hace creer que eres lo más especial del mundo. Esto, acompañado por el algorritmo tecnológico que está de moda, hace que el tema de "lo auténtico" se vuelva realidad y se transforme en el mejor nicho del mercado. 

Si en los años '60 el problema era la UNI-FORMIDAD, en el siglo XXI es la UNI-CIDAD. Lo "militar" ya va pasando a la historia y ahora la tecnología nos comanda, haciéndonos creer que somos libres.      

¿Y que tiene que ver esto con los uniformes del colegio?

No solo es el uniforme. La sociedad de consumo incide en las formas de crianza y en muchos aspectos de la vida cotidiana: colaciones, uso y abuso de tecnología, ofertas permanente de nuevos juguetes, métodos de enseñanza y, por supuesto, la ropa. Por ejemplo, existe un grupo de niñas jóvenes llamadas "VSCO Girl", que se preocupa por la naturaleza, el medio ambiente, el diseño y amor propio, pero junto a esto, la regla para ser VSCO, es llevar un estilo de vestir, de marcas, productos y hábitos que las caracterizan. Teléfono aesthetic, scrunchis de colores, stickers, collares de conchitas, pulseras, botellas, bombillas y pins metálicos, un tipo particular de mochila, agendas digitales, zapatillas Vans. Es decir, todos objetos de consumo que se enlazan a la "libertad" de elegir "quien soy".

El mercado no tiene ética. Lo que lo mueve eres "TU" y si eres artesa-jupi-músico-gay-trans o perteneciente a cualquier tribu urbana o digital, tendrá algo preparado para ti. La "ideología" del capitalismo ha empañado hasta el más intimo de los espacios, incluso de muchos que lo critican y luchan contra él. "El capitalismo todo lo absorbe".

Desde este punto de vista, el uniforme es un tema más entre muchos. Su particularidad es que las personas se visten todos los días y si ya a un adulto le cuesta el "que me pongo hoy" para ir a trabajar, habría que imaginar como lo decide un alumno en plena construcción de identidades, ansiedad de aceptación y nadando en el exceso de información, tendencias y ofertas que lo invitan a ser único y, a la vez, a encontrar algún lugar de pertenencia.

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