En la CAMA con los PADRES

Este texto es parte de una Charla a Padres: "LA DIFICULTAD PARA DECIR "NO": ¿Donde están los Padres hoy?" 

Actualmente casi todas las posturas relacionadas con la crianza coinciden en lo importante que es el afecto en el vínculo con los bebés y los niños, el cual se trasmite a través del contacto físico, el tono de voz, los movimientos corporales, entre otros gestos. Sin embargo, en ocasiones se integra a este concepto el hecho de dormir con los hijos, suponiendo que así se estaría entregando mayor afectividad.

Es cierto que muchas veces dan ganas de dormir con los hijos, especialmente cuando son pequeños. El frío, el miedo, la angustia de la madre, la pena de que duerma solo, la flojera de levantarse a mitad de la noche a atenderlo, llevan a hacerlo, incluso hay quienes suponen que es beneficioso para la salud del niño. 

Si bien cada padre y madre decide lo que hará con sus hijos, es importante estar siempre preguntándose lo que motiva los propios actos, ya que muchos pensamientos y sentimientos que surgen en el adulto son supuestos que se relacionan con la propia vida y que se van trasmitiendo a los hijos. Los niños los van incorporando y se van transformando en mensajes intensos, que se arraigan y dejan huellas que determinan su constitución psíquica.  


Es importante considerar que el hecho de dormir con los padres produce algunas alteraciones en el sistema familiar. En ocasiones esta costumbre se transforma en una situación incómoda en la cual nadie duerme bien y, por lo tanto, se van produciendo estados de cansancio, irritabilidad y mal humor, que afectan la vida laboral y las relaciones interpersonales.

Por otro lado, se va instalando una estructura familiar en la cual no hay límites y el niño va siendo ubicado en un lugar particular que podría tener consecuencias a futuro. Empieza a ser incorporado en la intimidad de los padres y se altera la vida en pareja. O bien, el vínculo parental ya está alterado y el niño es "utilizado" para evitar una relación conflictiva, o afectiva, entre ellos.

En caso de madres solteras, el hijo o hija empieza a ocupar un lugar de pareja de la madre, que resulta ser muy difícil de abandonar y que podría tener consecuencias en las relaciones afectivas posteriores. Hay personas que duermen con sus madres hasta una edad muy avanzada y que presentan grandes dificultades para constituir su propia vida en pareja, por ejemplo.

Es importante considerar que en el ser humano la sexualidad se desarrolla desde la más tierna infancia. Al ocupar un lugar en la cama de los padres o de la madre, el niño va ligando su energía "libidinal" a ellos, lo que podría implicar ciertas dificultades para la organización de la propia sexualidad y de la identidad.


Si bien la propia cama le entrega al niño o niña un espacio para dormir, también le otorga un lugar como personaLa cuna es un espacio definido, que tiene bordes y que ayudan a configurar la subjetividad: "Yo soy de aquí" "Este es mi lugar", "Esto es mio". Este espacio va facilitando la construcción psíquica del mundo, ya que en la cuna el niño, además de dormir, balbucea, habla consigo mismo, juega, está en silencio, mira e incluso alucina. Todas estas elucubraciones le permiten construir un mundo, que lo sostendrá en la vida. Para crear este espacio es necesario instalar el proceso constituyente de la ausencia/presencia de otros. Si el niño se encuentra permanentemente acompañado por personas "reales", será difícil constituir el espacio simbólico.

El afecto es un factor fundamental en el vínculo con los hijos, pero también es importante la estructura. La articulación entre ambos es lo que va entregando seguridad y consistencia, aspectos fundamentales en la crianza, que otorgan un lugar en el mundo.


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